miércoles, 7 de julio de 2010

DePedro

Te sigue soñando. Te sigue esperando. Los días pasan por ella, y algunas veces ella por los días. Te vió una noche de verano a través de una reja cuando ibas a cantarle con una tuna muda, y desde entonces se ahoga cuando huele las damas de noche. Te escuchó susurrando a su oido cuando leía libros de Gabriel García Márquez en un desfile infinito de patios donde se conjura al sol con sombras de plataneros y fuentes de agua freca recalentada por atmósferas opresivas y opresoras.
Te escribió cartas anóminas para que demostraras que la conocías entre todas las cenicientas, y esperó que entendieras silencios y palabras fuera de tiempo, pero siempre en un espacio propio.
Creyó encontrarte, pero supo desde antes de saludarte que no eras; a veces te encontró repartido en diferentes cuerpos, pero sin alma sustentante. Leyó a Santa Teresa de Jesús presagiando el éxtasis, y fundó una compañía donde el hábito era gris, como la vida que vivió hasta entonces.
Y cuando cruzó la pasarela que la llevaba al barco que sólo zarpa los días impares, la bruma se hizo densa adormilándola en una cubierta que hace tiempo nadie limpia. Se dijo a sí misma... te sigo soñando, te sigo esperando... y se abandonó a una inconsciencia transparente.
Se despertó, y ya no soñó más. Cambió espera por aceptación, y a veces lo maquilla un pelín con conformismo, pero sólo un poco; porque ella siempre va (como tú bien sabes) con la cara lavá y recién peiná.
Pasó de soñarte y esperarte a buscarte, y no te encontró. Preguntó a tu hermano gemelo, y le dijo que ya no hay hombres porque sus madres los han envuelto en una manta de amores reprochados que no les deja crecer. Y dejó de buscar. Y la encontraron. Y sólo ve ya mantas, enfados, reproches y proyecciones que no asume, no ahora que no te sueña ni te espera.
Se ha comprado un bolso como el de Penélope, y se ha ido a una estación. Cada día coge el tren que le apetece, y como ya no busca mira el paisaje, y se funde con él en viajes astrales donde vuela entre ramas, hojas y tierra húmeda. A veces siente nostalgia, pero se le pasa cuando mira a los que no esperaron ni buscaron. Por eso no mira. Por eso no ve.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cómo me rio tanto contigo, mamona...si tó lo que sale de esa boquita es pá llorar...a mi no me hagas pasar mas estos ratos que yo he decidido y como siempre no lo haré...y tú ahí diciéndomelo en toa mi cara...¡que no me grites más¡(fundamental agarrarse a dos manos la cabeza mientras se exclama)
Bueno, por lo menos ya está arreglao el bolso de Penélope...que no sabía yo que ese bolso nos gustaba...je,je

Elena dijo...
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