y me agarras la carne a puñados
y te arranco la piel en uñas
y te muerdo el sueño con labios agrietados de deseo
y me aplastas los pechos con rabia suicida
y te invento en cada bocado con el que intentas hacerme real
te imagino en cada línea ósea que sigo con un índice convertido en lápiz
te rompo a dentelladas de odio por tu inconsistencia
y te dejo hundirte en un dentro que se deshace en cada una de las caras que miraste antes de verme;
en todos los días que quisiste borrar corriendo para encontrarte en cada esquina que girabas
te estrellas de pie en el páramo más desértico, donde el frío te recuerda
que no hay más soledad que la de seguir vivo,
rodeado del silencio de cada uno de los no heridos;
cierro los ojos para no ver cómo me convierto en una gota más del líquido prebiótico de tu cristalino
y se abren con voluntad propia al instante para no perderme en el silencio que te obvia
oigo cada una de las mentiras que callas para olvidarte todas las verdades que gritas cuando la compuerta que separa el estado de acción con la persona que lo crea se derrite en una semitransparencia que sólo lo es en los momentos de mayor concentración
y descubro que para ti como para mí el sueño no es más que un trámite cuando el descanso se hace parada obligada en una rutina férrea que inventamos como dejada al azar venidero de años al calor de un hogar que se heló en la pared vacía de imágenes
y todo para dejar que el sol caliente mi cuello mientras mis piernas se deshacen en una atmósfera de luminosidad acuciante, la que me brilla fuera explicándome los secretos de tu pelo mientras yo sigo guardando los misterios de mis pesadillas, ésas en las que vivo desde que comprobé que mis ojos se habían secado en una imposibilidad de lagrimeo sutil a todas vistas
Encuentras el olvido en espasmos de muerte
mientras pierdo reencuentro en contracciones de vida