domingo, 29 de enero de 2012

palabra


Katia Chausheva


una palabra cae sobre otra
y gota a gota van vaciando cuencas de miel podrida.
palabras agotadoras,
palabras; sólo palabras

se amontonan en un artificio demasiado profundo,
profundidad demasiado artificiosa
y elección tras elección
como si   a   significara en algún momento algo diferente de   b
saltamos de una vida a otra
buceando en nadas monistas;
que no hay dualismo soportable
en la inmensa apertura que simboliza una muerte multiplicada en fragmentos
inconsolablemente espejeantes:
no hay mayor oponente que la ecuación que somos
en un déjà vu eterno
que nada sea nuevo y todo un principio
que los que está siendo ya haya sido tantas veces
y que a la vez todo esté empezando

que qué inevitable es convertirse en quien siempre hemos sido
por mucho que corramos en la misma dirección con sentido opuesto
y que el bien sea el mal con otra cara
y que cada moneda  valga más de lo que podemos ahorrar en una sola vida
y que cada tú es un yo que acabe y empieza en sí mismo

palabras; sólo palabras

domingo, 22 de enero de 2012

babel


Bruegel



La muralla antigua se entrevera con la casa como una escalera de caracol con tramos rectos; igual que en las casas antiguas de pueblo pequeño donde cada planta lleva a la siguiente a través de un pasillo oscuro que no se tuerce asomándose a lo que te espera, dejando siempre a la imaginación lo que aguarda tras el giro en ángulo recto.

Después de una escalada agotadora, en la que el ascenso intercala descansos en muros derivados del principal con la visión de seres que no corresponden al mundo vivido, la llegada a la azotea es como desembarcar a puerto de noche en un sitio húmedo, oscuro y lleno de grasa; en lugar del recibimiento caluroso y acogedor que imaginas antes de ver tierra en el horizonte.

Es entonces cuando te acercas al borde y te asomas hacia abajo, observando a los visitantes de esas ruinas construidas alrededor de la muralla principal. Y lo ves debajo del todo, y sabes que sólo si sube va a tener la oportunidad de estar a salvo. Y lo llamas por su nombre, pero sin gritar para no llamar la atención ni ser ordinaria, y le pides que suba. Y al ir bajando tú para ayudarle, te das cuenta de que faltan trozos de muro que hacen que sea imposible, que si consigues tirarte de un sitio a otro luego no podrás volver a subir porque aunque tus brazos pudieran sostener tu peso la distancia entre fragmentos es tan elevada que no alcanzarías.

Y  vuelves a la azotea paseando por su terreno, que misteriosamente se ha extendido. Y ahora hay allí amigas y un mercadillo. Te paseas por las tiendas donde se amontonan las botellas pequeñas de licor, juguetes baratos y útiles de zoco de cine. Y un extranjero que habla inglés (al menos mejor que tú) te da con el puño sin querer porque va lavándose los dientes indolentemente. Y le llamas imbécil. Y un hombre con pinta de persona normal pero esencia de gurú te dice que te disculpes, porque el insulto a los demás es el insulto a uno mismo. Pero sin decirlo. Por supuesto, no lo haces; aunque sabes que deberías. Y el chico, asustado por su maestro te pide perdón, y tu sigues hacia delante como si no hubiera pasado nada. Y a la mañana siguiente, entras en su jaima y le dices “I want to apologize, I´m sorry” en tu inglés macarrónico. Él te mira y te sonríe aceptando tus disculpas, y te sientes mejor; quizás el amor ha llamado a tu puerta. Tiene amoratada la mejilla, el gurú sí cree en el castigo corporal, parece. Pero eso no te incumbe, te dices a modo de mantra.

Tus amigas te enseñan camisetas rosas, las que quieren comprar a sobrinas y hermanas pequeñas pidiéndote opinión aunque ya tengan decidido lo que quieren.
Llegas donde siempre ha habido una orilla que era playa en un tramo y río en otro, te asomas justo donde el agua terminaba en un bosque al otro lado. Ése que nunca has visto pero donde sabes que se esconden las respuestas que nunca es el momento de leer. Pero en tu parte de la orilla han hecho obras, y sólo queda la arena aplastada previa al asfalto de un aparcamiento. Y se te escapa una lágrima que no simboliza nada porque tu pena es demasiado abstracta. Y escuchas “madre naturaleza por qué me has abandonado”. A pesar de que siempre te ha parecido una chorrada llamar así a una natura que es asesina. Y de repente todo encaja. O se desencaja en sí mismo.

Las desconexiones transitorias nunca te traen de vuelta igual. A lo mejor lo que te traes pesa lo mismo que lo que dejas. Quiero la eparina de las anoréxicas.



domingo, 15 de enero de 2012

hambre


Enneeenne


se me olvidó explicarte la cuestión de la inanición,
el hambre insaciable de palabras
la espera agónica de la mano que delimite lo abstracto


   dando palabras con las manos

con el hambre jaleando
punzando todos los músculos
y acentuando las palabras

con el hambre inagotable de ser
olvidando dónde estar



martes, 10 de enero de 2012

a hora


Pluja Fina


Es ahora, cuando la venda se ha caído
o se ha hecho transparente aunque sigue apretando
cuando te pregunto cada mañana si sigo existiendo
en algún país entre tu boca y  la mía

Es ahora, cuando la niebla es tan espesa
que no alcanzo a iluminar la diferencia entre perdido y ganado
cuando me pregunto si sigue habiendo voz
después de atravesarme  el frío de los ojos

Es ahora, cuando el limbo de lo lleno me ahoga
cuando encuentro aire tumbada en el suelo
para escapar del humo del incendio
de mis papeles mojados –palabras repetidas-

es ahora
a hora
cuando todo es lo mismo
y la diferencia un giro completo


miércoles, 4 de enero de 2012

es

Pluja Fina

 
es en el silencio
en el que me encuentro
es
en él
(silencio)
justo ése
en el que perdimos la voz
es en él
donde no distinguimos
ecos de inicios
yo de ellos
es en ese silencio
él
que me calla
donde gano la voz