domingo, 22 de enero de 2012

babel


Bruegel



La muralla antigua se entrevera con la casa como una escalera de caracol con tramos rectos; igual que en las casas antiguas de pueblo pequeño donde cada planta lleva a la siguiente a través de un pasillo oscuro que no se tuerce asomándose a lo que te espera, dejando siempre a la imaginación lo que aguarda tras el giro en ángulo recto.

Después de una escalada agotadora, en la que el ascenso intercala descansos en muros derivados del principal con la visión de seres que no corresponden al mundo vivido, la llegada a la azotea es como desembarcar a puerto de noche en un sitio húmedo, oscuro y lleno de grasa; en lugar del recibimiento caluroso y acogedor que imaginas antes de ver tierra en el horizonte.

Es entonces cuando te acercas al borde y te asomas hacia abajo, observando a los visitantes de esas ruinas construidas alrededor de la muralla principal. Y lo ves debajo del todo, y sabes que sólo si sube va a tener la oportunidad de estar a salvo. Y lo llamas por su nombre, pero sin gritar para no llamar la atención ni ser ordinaria, y le pides que suba. Y al ir bajando tú para ayudarle, te das cuenta de que faltan trozos de muro que hacen que sea imposible, que si consigues tirarte de un sitio a otro luego no podrás volver a subir porque aunque tus brazos pudieran sostener tu peso la distancia entre fragmentos es tan elevada que no alcanzarías.

Y  vuelves a la azotea paseando por su terreno, que misteriosamente se ha extendido. Y ahora hay allí amigas y un mercadillo. Te paseas por las tiendas donde se amontonan las botellas pequeñas de licor, juguetes baratos y útiles de zoco de cine. Y un extranjero que habla inglés (al menos mejor que tú) te da con el puño sin querer porque va lavándose los dientes indolentemente. Y le llamas imbécil. Y un hombre con pinta de persona normal pero esencia de gurú te dice que te disculpes, porque el insulto a los demás es el insulto a uno mismo. Pero sin decirlo. Por supuesto, no lo haces; aunque sabes que deberías. Y el chico, asustado por su maestro te pide perdón, y tu sigues hacia delante como si no hubiera pasado nada. Y a la mañana siguiente, entras en su jaima y le dices “I want to apologize, I´m sorry” en tu inglés macarrónico. Él te mira y te sonríe aceptando tus disculpas, y te sientes mejor; quizás el amor ha llamado a tu puerta. Tiene amoratada la mejilla, el gurú sí cree en el castigo corporal, parece. Pero eso no te incumbe, te dices a modo de mantra.

Tus amigas te enseñan camisetas rosas, las que quieren comprar a sobrinas y hermanas pequeñas pidiéndote opinión aunque ya tengan decidido lo que quieren.
Llegas donde siempre ha habido una orilla que era playa en un tramo y río en otro, te asomas justo donde el agua terminaba en un bosque al otro lado. Ése que nunca has visto pero donde sabes que se esconden las respuestas que nunca es el momento de leer. Pero en tu parte de la orilla han hecho obras, y sólo queda la arena aplastada previa al asfalto de un aparcamiento. Y se te escapa una lágrima que no simboliza nada porque tu pena es demasiado abstracta. Y escuchas “madre naturaleza por qué me has abandonado”. A pesar de que siempre te ha parecido una chorrada llamar así a una natura que es asesina. Y de repente todo encaja. O se desencaja en sí mismo.

Las desconexiones transitorias nunca te traen de vuelta igual. A lo mejor lo que te traes pesa lo mismo que lo que dejas. Quiero la eparina de las anoréxicas.



7 comentarios:

Pluma Roja dijo...

¿?:)

Besos.

Maritza dijo...

Tremendo texto...ahí está tu quehacer y tu sentir.

Abrazos grandes.

Tot Barcelona dijo...

A menudo lo que nos parece inverosimil se acerca más a la realidad que lo verdaderamente real...

soy... dijo...

Es una prosa impresionante, sin un adjetivo en posición que estorbe, solo los necesarios, con las palabras necesarias.

Que bueno es soñar, hay un mundo ante nosotros desconocido que confunde. Es bueno escalar y llegar donde uno cree que debe, si bien la cima no tiene necesariamente lo que esperamos. Sabemos que otros merecen ascender no así otros. Ok, queremos ayudar, pero la realidad se impone... cada quien tiene que hacer su recorrido.

Sabes que me llama la atención, que allá arriba esta el amor, o la posibilidad de este, pero también está la sabiduría y quien la encarna. Como quiera, un guía siempre es un guía, la introspección debemos hacerla nosotros, no otros.

En fin, la metáfora da para mucho.

Me limito a decir que está brillante, inteligente, sutil, y que tomo nota...

Un placer leerte.

Saludos.

Autógeno dijo...

Babel somos todos porque todos nuestros sueños son afluentes de un sueño mayor.
Biblioteca, laberinto, cerebro, constelación... sueños dentro de otros sueños.
También yo entré en Infinípolis sin invitación y regresé con los bolsillos llenos de piedras llenas de bolsillos.
Muy vívido relato, se deja soñar.

Alejandro Cabrol dijo...

Duele un poco, y creo que eso es lo que más gusta, saludos!

JuanRa Diablo dijo...

¿¿QUIEN ERES TÚ??

¿¿Y QUÉ HAS HECHO CON NUESTRA ELENA??

RESPONDE!!