Lazos que atan a una huida que es una vuelta al inicio.
Miedo al miedo nocturno, miedo al desaparecer oscuro.
Muerte que no alcanza, vida que no llega,
carrera desbocada de cruces en los que no pararse
para no estar cuando el tren venga.
Entradas y salidas de innumerables taquillas
para almecenar tickets que justifiquen cúmulo de experiencias;
pensar viviendo; vivir soñando una vida que se maquilla
con los restos de la paralela vacía.
Silencios llenos del pesar del paso de un tiempo
que nunca es bastante en el hastio de las horas sin sentido,
odres de leche fresca cuajados de promesa corrupta
del vino avinagrado.
Vida en muerte, muerte en vida.
Necesidad de experiencia que mata semillas
germinadas en campos baldíos de esperas empujadas
a un camino incierto pero conocido.
Ratas, serpientes, insectos y arácnidos,
cucarachas que llevan almas a un Hades
que se esconde en la puerta del armario
que se queda entreabierto en noches
cortas y días nublados.
Luz brillante en un espacio anodino,
mesa llena de nada
silla vacía de todo.
Interruptor en cuatro tiempos.
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