Cuento días y me faltan años.
Enumero momentos y me sobran lágrimas.
Sonrisa a sonrisa he forjado nuevo carácter
de vida vivida, no planeada.
He nacido desnuda en una calle
donde no estaba sola porque todos me acompañaban
y hacíamos lo que soy.
Sueño trenes y planeo viajar en avión a Nueva York
para saber si se puede ser mujer sin justificarse en un sitio más grande,
pero sólo me apetece vivir en sitios pequeños donde
no haya prisas.
Dejé de hacerme preguntas, y no sé por qué.
Nací con un alma limitada por fronteras con pasos levadizos,
y ya no pido pasaporte.
Aún no sé si los visados caducan pasado un tiempo.
Ordeno fases vitales y quedo atrapada en el desorden mortal,
reniego de inmortalidad preñada de esquizofrenia incestuosa
y me convierto en miel para moscas que no asumen locura suicida.
Leí un Libro Interminable y lo acabé con cinco años;
creí que ahí comencé a ser descreída porque todo acaba
aunque te anuncien lo contrario.
Y estoy descubriendo que no mentía; aún no ha acabado.
Atreyu escuchó el fado de Morla y quedó atrapado
por una Emperatriz que ya se había enamorado de otro.
Nací con un amuleto sin principio ni fin
y no reniego de él hostia consagrada a la que no lo es.
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