Me dices que me quieres mientras el agua cristalina cae en una fuente que oigo y huelo pero que no consigo ver, y me da miedo oir sin sin. Me hablas de amor perenne, mientras las hojas caducas de este otoño veraniego caen descompuestas antes de tocar el suelo. Confundo sensación con percepción, y únicamente en contadas ocasiones emoción con sentimiento.
Te acercas al tronco del árbol, y metes tu mano en el agujero donde se esconde un panal de abejas; las enfadas moviéndolo sin parar y te sorprendes de las picaduras que te duelen pero que no ves, como yo la fuente.
Te sientas en un claro y lloras sin consuelo porque el sol te quema; no puedes oler la húmeda sombra que refresca a los que se sientan debajo de los árboles. Pasas por la vida corriendo, llamando a las puertas que encuentras a tu paso, y nunca tienes tiempo de sentarte en el tocón de al lado del lago para sentir el sol en tu cuerpo desnudo y refrescarte las sienes con agua fresca, porque siempre esperas el momento perfecto en el que todo esté como debe estar.
Prodigas palabras de amor de una canción de cuna que oístes siendo pequeño, pero esas caricias no vuelven, aunque busques su aroma en las flores y en las pieles... te desesperas y haces un juramento, y en el último momento te das cuenta de que tus labios se han movido, tus cuerdas vocales han vibrado, pero el torrente de voz que esperabas no ha salido. Como en el sueño que se te repite en el que te persiguen pero no puedes correr.
Te miras en las hojas de los laureles, pero sólo ves verde; no imaginas las patatas guisadas ni las albóndigas que puedes perfumar con ellas. No piensas en comida porque el hambre se sacia a sí misma en cuerpos que quieres convertir en tuyos sin darles un espacio propio, porque en tu mente todo sucede como en una película muda; con ansiedad, rápido y sin sentido.
Te tumbas en posición fetal. Te tapas con una manta raída, y esperas que todo acabe sin dejar de montar en una bicicleta a la que se le salió la cadena.
5 comentarios:
Las cosas no son rápidas o lentas, las cosas son o no son. Las avispas, como cualquier ser vivo, se defienden de los ataques a los que son sometid@s. La suerte de que a la bici se le salga la cadena, es que puedes volver a meterla en su sitio y continuar. Lo malo es que se te parta el tubular..........entonces no hay remedio y debes abandonar esa etapa en el Alpe D`huez y el Mortirolo, etapa reina por antonomasia, perdiendo cualquier posibilidad de ser el vencedor final de la carrera de tu vida. Ah!!! y para refrescarse siempre nos quedaran los bidones de esa bicicleta, que, aunque parezca que no, cuando estas muy sudado, ayudan
¿La carrera de tu vida es un programa de la tele?
No, eso es la ruleta de la fortuna
Mala suerte y mala fortuna lo mismo es......aunque desde mi punto de vista la mala suerte no existe,solo aquellos que no esperan nada del azar, son dueños de su propio destino
AMÉN
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