Virginia Woolf hace una lista antes de pasear por la alameda que da al río: Cristianismo, satanismo, política, dinero, feminismo, psicoanálisis, amor, maternidad, legado literario, responsabilidad... y para aquí porque para qué seguir. Cada uno con sus cada cuales; cada uno con sus motivos. Pero no sabe como se vive con el descreímiento. Hoy ha dormido bien, pero cuando se ha levantado y la realidad la ha fulminado camino del baño, la frase con la que la han perseguido se le ha clavado en el corazón: "Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción". Hace tiempo descubrió que nunca ha escrito ficción, sino verdades enmascaradas, y siempre la interrumpen en su habitación porque no consiguió vivir sola en todos estos años.
Cómo levantarse de una cama que sólo te lleva a una vuelta a ella. Cómo llenar un vacío que se hace cada vez más grande, y que devora todo con el consabido ¿para qué?.
Perdió la capacidad de amar. Pero seguía teniendo la de querer. Perdió la creencia de ser querida, y ahí empezo todo.
Y mientras recoge guijarros cada vez más grandes acuerda consigo misma que el descreímiento es el mayor pecado del ser humano, porque te hace vivir en el limbo de los muertos en vida, de los zombies sin opción ni devoción. Y coge más guijarros. Y piensa para qué. Espera una señal que le haga renacer la chispa de la ilusión, pero el cansancio y el pasar de los años le han encorvado demasiado como para ver más allá de su afilada nariz. Para qué. Y sólo oye silencio, y está harta de escucharlo.
2 comentarios:
Me arrepiento
de nada en concreto.
Soy una especie de libertina encapuchada
recojo
retazos
relamidos
y los froto contra mi cuerpo.
Invento obras completas a partir de ellos,
de cada uno,
lo otro sería de mal gusto.
No sabes
si me voy
o me quedo
porque siempre parece que no estoy.
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