Ofelia tenía un vestido blanco. Era con el que pensaba lanzarse al río, pero tuvo que dejarlo de lado porque a Hamlet le parecía que le hacía las tetas caídas. A veces se sentaba en una piedra cerca del agua, y dejaba que las horas pasaran por ella como cuando se tumbaba boca abajo en el sofá de sus padres cuando era demasiado mayor como para recordar lo que pensaba. Desde la roca, vió pasar un día tres mujeres. La primera llevaba un mono negro de Jack´s y era pelirroja, se montó en una moto y nunca más se supo. La segunda llevaba un carrito de la compra, repleto de jamón para el niño y de crema para las hemorroides para el padre. La tercera iba en cuclillas, comiendo helado de chocolate y escondiéndose de quien se acercaba demasiado a la vez que gritaba sus intimidades más íntimas.
Ofelia se levantó alisándose el vestido, poque el pelo lo tenía rizado. Recogió a la pelirroja el pelo en un moño señorial, y la bendijo cantándole la canción de Cristo Rey. A la segunda le hizo una mortaja. Pero para un sueño inquieto, porque todavía espera que muera de enfermedad terminal. A la tercera le presentó a su madre, que con eso ya estaba todo más que vengado.
Ofelia se ha comprado un cuaderno, y ahí recoge todas sus vivencias con todas estas mujeres. La llaman feminista, pero es quien más sabe de Hamlet. Sabe de sus miserias, de su masculinidad y de la incomprensión de género. Ofelia se va a la pelu, deja el helado en el congelador y respira tranquila a ratos. Cuando la femeneidad no llama a su cabeza.
3 comentarios:
Me he reido mucho, demasiado supongo. Desde fuera y mirada con cariño soy aún más patética. Te quiero, guarra¡¡¡¡
Illa parece que lo de lo inevitable es tuyo...dime la verdad, no te acuerdas de que lo has escrito?
Me ha hecho sonreir lo de "alisándose el vestido.....".
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