miércoles, 26 de mayo de 2010

Susurros en el armario



He abierto la puerta del armario para contar los fantasmas que había dentro. Al hacerlo, me ha llegado una mezcla de olores a jabón aromático para la ropa, detergente e inmovilismo. Es curisoso cómo por más esfuerzo que haga, por más que corra o trabaje; mi ropa siempre huele a lo mismo... a ropa. Creo que me muevo en una cinta de correr estática, dónde lo estático no es sólo la cinta, si no el contexto, la vida de alrededor e incluso yo misma. Por eso es un sudor falso, que no huele; porque es el producto de lo estático.


He entrado en el armario y me he sentado en el suelo, apartando los cuatro trajes que hay dentro. Uno es el de estar por casa, otro el pijama; el de salir informar y el de ir arreglada. Y desde ahí abajo, mirando, me he dado cuenta de que los cuatro son el mismo, que van cambiando de categoría en función de las veces que me lo ponga. Porque cuando me compré el que iba a ser el especial de fiesta, se quedó en la bolsa de la tienda esperando esa ocasión que nunca llegó. Y es que el momento perfecto es aún más inalcanzable que el cotidiano, al que hace años que no tengo acceso por culpa de mi cinta de correr estática. A lo mejor pruebo con el step.


Desde el suelo, he mirado alrededor. Porque en realidad no estoy segura de si me da miedo la oscuridad. Antes estaba segurísima de que sí, pero hace un tiempo que no lo tengo tan claro. Cuando empecé a moverme por mi casa dormida en el claroscuro de las flores, pensé que a lo mejor lo había superado. Ahora simplemente voy confirmando con el paso de los días que la oscuridad está dentro, y es la que me asusta. A veces la pongo fuera, o la veo ahí, para que sea más llevadero. O para que lo sea menos, que en el mundo del masoquismo todo está permitido.


Los fantasmas me han acariciado el pelo. Y esta vez no me ha molestado que alguien me lo toque, porque hoy sí me gustaba el tacto que tenía. Y porque cuando salga me lo voy a lavar y me lo voy a poner bonito para que no se note que me han despeinado.


Otros se han puesto a girar alrededor de mí susurrándome sin parar. Porque supongo que eso es lo típico que hacen. No sé. Y no he entendido nada de lo que dicen. Lo que sí he sentido, es que los fantasmas son viejos. Muy antiguos. Pero siguen teniendo vigencia los cabrones. Y he abierto la puerta porque ya no me da miedo. No porque no me de miedo lo desconocido, sino porque cuando me he levantado esta mañana he sabido que ya los conocía. Y que eso no hace que se vayan. Que yo creía que sí todos estos años; y ahí, dale que te pego esforzándome por ir desentrañándolos uno a uno. Y cuando acabé, se unió la desesperación y se fue el miedo. Qué bien, oye. Menos mal que se fue el miedo. Mierda.

lunes, 24 de mayo de 2010

24 de Mayo

A veces me asomo a la ventana y miro. Otras veo algo. Pero siempre estoy buscando. Y nunca lo encuentro. Será porque para encontrar algo hay que saber que es eso lo que estás buscando, y ya hace tiempo que dejé de seguir un rumbo y que me dejo llevar donde las olas me llevan. Lo malo es que en el naufragio se rompió el barco, y en cada subida de la marea los trozos de madera me golpean y las astilla se me clavan. Y la infección nunca es lo suficientemente grave como para que llegue a sepsis. Pero ya está extendida por todo el cuerpo, y ya ha afectado a partes del alma. Y allí donde toca provoca necrosis, y el médico me ha dicho que no es operable. Que el tejido muerto se queda ahí, quiera yo o no quiera. Y qué jodido es vivir sabiendo que hay algo muerto dentro de tí; que aquí no deberían valer las medias tintas. O todo está muerto o todo está vivo, pero la convivencia entre los dos estados no puede ser buena. Digo yo, vaya, aunque lo que diga... No mando ni en mis tejidos...


A lo mejor es que no retiro la cortina. O que sí la retiro, pero el visillo sigue puesto y lo veo todo velado, como si llevara un burkha. Porque supongo que todas las mujeres llevamos uno; no sé como será con los hombres, porque no quieren hablar de ello. O yo no lo entiendo, porque llevo mi velo. Who knows? Y si alguien lo know, que no me lo diga, que me da miedo. Porque puede ser que la ventana se convierta algún día en un espejo, y entonces veré mi reflejo. Vaya a ser que sea a mí misma a la que estaba buscando. Y coño, vaya a ser que me encuentre. Porque si veo algo crarificador, de puta madre. ¿Pero y si veo el velo?; o aún peor, ¿y si está borroso? Qué va, qué va, yo sigo asomándome, que en la búsqueda está el tiempo.

13 de Mayo

Todo por amor. Y que lluevan ranas. Porque se puede no estar de acuerdo con que el fin justifica los medios, pero cuando se trata de compañía no hay ley. Ni límites. Es difícil diferenciar lo que se hace porque se quiere o por escapar de la soledad; o por sentir que hay una referencia a la que remitirse y en la que sostenerse. El problema viene cuando el sostén te queda grande porque tienes una 90 y te has comprado una 95. O cuando están demasiado descolgadas y te da vergüenza mirarte en el espejo. Porque lo peor no es eso; lo peor esque siempre han estado así. Que no te puedes remitir al paso del tiempo, que tampoco eres lo suficientemente mayor como para poder lucirlo con orgullo. Ni tienes un hijo tragón y mordedor al que culpar. Simplemente son así, y acostúmbrate o llora. O calla, que es muy molesto oir ruidos desagradables. Además, a quién quieres engañar; si no te miras es porque la celulitis va cada vez más para arriba y más para abajo. Porque eso sí que ha evolucionado con el tiempo, fíjate por donde. Primero se localizó en el culo, pero ya llega a los tobillos y empieza a trepar la barriga. Qué bien. ¿Me pone dos cajas más de cereales integrales y cuatro de barritas de esas que llenan? Pero eso sí; por amor todo. Por creer que cuando te desnudes y te mire no se va a fijar en esas cosas, porque te quiere. O aún están las más osadas, esque le gusta hasta eso de mí. Que digo yo que si le gusta hasta eso, chungo cubata. Que lo suyo sería encontrar a alguien a quien le guste, y punto. Claro, que entonces algo no cuadra, porque se supone que a los hombres les gustan las cosas firmes y lisas ¿no?... ¿tendrá un conflicto homosexual no resuelto? ¿se está engañando? ¡¿no me estará engañando a mí?!... porque creerlo no, que me confío y después duele más. Así que todo por amor. A matar por estar juntos, pero siempre pensando en que me estoy perdiendo la vida de verdad, donde la pasión real, en la que eres una heroína de comic que tiene su amor verdadero al otro lado siempre esperando queda fuera de la realidad de la lechuga y el pan integral.

Quiero un bocadillo.


2 de Mayo

Nadie sabe lo que siente ni lo que piensa nadie. A lo mejor eso quiere decir que todas las relaciones son ficticias, y que sólo nos relacionamos con nosotros mismos. Cuando alguien te habla, piensas que está diciendo lo que dice por algún motivo; a veces piensas que ni él lo sabe, otras que sí y que está enmascarando. Es desconfianza, o miedo, o quizás sólo yo lo veo así y hay gente que no se plantea nada más allá. Que sólo hay esas palabras que esa persona dice en ese momento, y que no hay más pensamiento ni emoción ni sentimiento que lo enrevese todo. Ninguna de las dos actitudes dice mucho a favor de los poseedores de ellas. O estás proyectando no se sabe qué, o deshumanizas al interlocutor. Qué gran esperanza para la Humanidad. A lo mejor venimos a conocernos a nosotros mismos, como dice la filosofía oriental; por eso nos relacionamos siempre con nuestra imagen especular. Pero si es eso; ¿cómo vives sabiendo que no hay contacto entre dos almas? Quizás todo es una suma de imágenes, como un sueño, y no hay mucas almas. O puede ser que sí, como las religiones tradicionales o Platón han dicho hasta perder la voz, hasta hacer que la gente muera o mate por convencernos a todos. Y hay muchas personas engañándose; viviendo una vida prestada, la que resulta de intentar conjugar lo que esa ser humano cree que es con los mensajes que recibe de lo que debe ser. Y entonces se enamora, o quiere a alguien, o lo que sea. Y proyecta a lo bestia. O hay un preconocimiento de ese otro ser humano, y se saben de repente cosas. Y algunas son ciertas, porque dicen los expertos que no hay telepatía sólo porque no utilizamos todo nuestro cerebro. ¿Y cómo saben cuánto usa mi vecino del quinto, que siempre sabe a qué hora voy a llegar y me quita el aparcamiento? Digo yo, vaya. Y eso sí que sería comunicación a mansalva. Pa cagarse vamos. Que no miro a los ojos ni al Tato quillo. Porque esa es otra. Hay que ver lo inteligentes que parece todo aquel que tiene un mínimo de capacidad de observación y se para a mirar a la gente. La de conclusiones que saca de la infancia, las ideas políticas, la comida que come... Y me pregunto; ¿eso es que son inteligentes o raritos? Porque todo el mundo no lo hace. O a lo mejor esque la gente inteligente siempre es rarita. Porque estar en una discoteca (o en un pub; que queda más chic) y verte al tipo de turno “observando” y hablando de Bergman a todo aquel que se le acerca.


He envejecido demasiado rápido. O nací vieja. Mis huesos no corresponden con mi edad, ni mis articulaciones. Mi cerebro no funciona como debiera casi nunca. No me acuerdo de los nombres. Ni de las caras. Mi amiga dice que eso es narcisismo, y será, pero se que hay una estructura que debe “soportar” esos conocimientos que en mí se desploma a veces, y si veo a varias personas a la vez y asocio dos por el motivo que sea; por muy diferentes que sean, para mí son la misma. Y otras veces mi cerebro se enfada. Bueno, a lo mejor eso es una antropomorfización. A veces mi cerebro descarga violenta no se sabe qué. Neurotransmisores desbocados que hacen que pierda los cables que sujetan mi cuerpo jorobado y lo mantienen erguido. Y por un momento escapo a la realidad, que mira que es puta cuando quiere. Y cuando no tambien. Y mis ojos se vuelven para adentro y ven lo que hay de verdad. Hasta ahora siempre he visto algo que podía hacer fuera todavía, para enmendarme. Pero vendrá un día en el que verán que ya no hay nada que hacer, y no me mojaré ni el pantalón ni la falda ni el vestido, y si lo hago ya no me importará porque no notaré la humedad que me despierta, ni volveré a sentir como el estar viva es tener un dolor constante en el cuerpo, porque no somos conscientes, pero siempre duele algo, eso es tener un cuerpo. Sólo cuando recuperamos la conciencia, y no es después de ponerte hasta el culo de drogas que aún hacen efecto, es cuando notas ese daño constante que a veces se hace intolerable. Hasta que el cerebro se enfada de soportarlo. Y vuelve a desconectarse de lo que hay. O no hay nada.

28 de Abril

He sido destruida antes de construirme. Los trozos están desperdigados; a veces hay un yo, a veces otros. La mayoría de las veces una unidad enmascarada y enmascaradora de no sé qué. Pero eso sí, con una línea argumentativa, que es importante que los demás sepan más o menos a qué atenerse, si no ya se sabe. Sola. Y si no, también. Porque hoy pensaba que hay personas que es que han nacido para eso, para estar solas. Porque a ver quién es el guapo que puede estar con Hanníbal Lecter. Que no lo digo por su parte asesina y devoradora, parte que al fin y al cabo tenemos todos, la diferencia es que él tiene los cojones de llevarlo al acto. O está lo suficientemente loco; o cuerdo, o... bueno, a lo que vamos. No es porque no haya gente rarita que quisiera estar con él. Lo que me pregunto, es cómo narices se va a sentir nunca acompañado una persona así. Culta. Inteligente. Con gran vocabulario; grandes secretos y recuerdos que son imágenes,porque ponerle palabras los hace otra cosa. Con la capacidad de ver a la gente venir antes de que sus cerebros den la orden de moverse... Y claro; el pobre mira a Clarisse, y lo intenta. Pero para eso está la moral. La de Clarisse digo. Para las personas que en su reducto de narcisismo mal entendido, sienten que hay una línea que separa las cosas, y que aunque se hagan daño, o alguien salga herido, hay que mantener ese orden. Porque los seres humanos se dividen en tres clases: los que no tienen moral colectiva, y van a lo suyo; los que se dejan presionar e impresionar por la moral social que viven como propia, y los que... los demás, que son tres. Y uno es Hanníbal, que el pobre entiende los motivos, y si entiendes el por qué la gente hace lo que hace; que todos estamos condicionados por tantas cosas, que es imposible identificarlas todas, ¿cómo juzgar? Y aquí viene la salida individual que toman los que no están en ninguno de los dos grupos más numerosos. Nuestro caníbal, en este caso, pone su límite en los modales. Porque comer y cagar lo compartimos con los animales, pero sólo los humanos piden por favor y dan las gracias y no dicen groserías a señoras y señoritas. Y por eso la raza humana es muy amplia, pero humanos hay muy pocos. Y menos cada vez, porque cuando eres destruida antes de construirte, hay pocas opciones de ser alguien. Y si tienes la mala suerte de empezar a construir en el marasmo de destrucción, sólo te espera soledad. Y a ver si tienes suerte y das bocaditos a cosas blandas. O lo que sea.


Y aquí nos preguntamos que para eso está el libre albedrío. Sí. Para matar porque tu religión te lo pide, o porque tienes que comer personas. Eso sí; la elección es libre. Porque el hombre no es un lobo para el hombre, mi querido Rousseau; que ellos lo tienen claro y cada uno tiene su papel. El hombre es un hombre para el hombre, y sálvese quién pueda. Y a mí que me maten rápido, que ya no quiero sufrir más. Porque Hanníbal piensa; “mira, a lo mejor Clarisse es capaz de superar sus límites, que la tía es lista, y no es lerda emocional”. Y llama a la policía. Porque papá tiene que poner orden, que el deseo inabarcable da mucho cangelo, que a ver qué hace una con eso. No sé, digo yo ¿no?. Y el otro con dos palmos de narices. Pero sigue confiando y todo. Porque la soledad es así; que no te la quitas de encima, y eso da muchas ganas de morirse, porque como dicen las madres; “toma, pá que llores por algo”. Pues eso, ¿no estoy sola? Pues me muero y ya te vas a enterar de lo que es estar sola. Ea.

Gran cosa es tener una llave; quién no tiene ninguna, es un todo con el resto.

Te limita totalmente, te da la libertad de esclavizarte; un reducto donde vivir, una caja donde guarda… Un espacio que contiene.

Quien no tiene casa, guarda la de sus padres, un diario antiguo, o algo que ya nada guarda. ¿De verdad podemos hablar de alguien que no tenga una?

Perderse en el dolor

No es mi dolor, es el suyo.

Proyecciones de mis trozos, que en mi -------;

En el otro no puede, me pierdo en el abismo.

Al tocar su dolor, mis defensas no sirven,

Lo suyo me desgarra; lo tuyo irrumpe.

La mojigatería del cristiano que enriquecer al otro,

El egoísmo, la envidia…el toque que a veces odio.

Es como una escalera de afilados cantos;

La subida es una bajada, una caída una costura----Si me asomo a tu sufrir me abandono.

Por eso doy tres pasos atrás y me refugio en la acción,

El reino de la culpa, al que presto gran devoción.

Escrito

La bestia mordió de nuevo, haciendo desaparecer un trozo de reloj, dirigiendo esa parte del filtro de la realidad, como ese elixir que algunos seres de la oscuridad necesitan para vivir una inmortalidad sedosa y resbaladiza como las algas que se pegan a la piel tapando los poros por los que el ser humano respira, se oxigena; se llena de ese veneno y esa tormenta de impresiones nunca engañosas, donde cada uno ve un color distinto en un mismo objeto, donde cualquier imagen puede hacer saltar la cordura descubriendo un vasto imperio de baldías tierras preñadas de verdades que caen cuando están maduras para convertirse en mentiras que engullen la esencia desde dentro dejando sólo retazos de un ser cada vez más contemplativo, ausente y sido.

Después de sentir la garra desgarrando, sajando y tirando, sólo puede el deseo de entregarse a la inconsciencia, pero el cuerpo siempre es doliente y ata a ese ser que se despierta de nuevo en esa alcoba vacía por estar tan llena de cosas sin orden; con cristales sucios que siempre parecen empañados aunque se limpien constantemente.

Relato

Siente frío. El frío de la delgadez aunque los quilos te rodeen, el frío que te cubre y que no desaparece ni los días de calor aunque la agobiante flama rodee todos y cada uno de tus huesos. El animal sigue ahí, a su lado, como siempre. Mira al semáforo, esperando que se ponga en verde para que ambos puedan cruzar; y entonces lo vuelve a hacer: mira fijamente a la niña que está justo enfrente, la que tiene ojeras y dos colas haciendo juego. La niña se mueve, inquieta, y como no ve al animal le mira a él, y entonces le llega todo, de golpe…


¿Qué es pensar? Siempre escucho esta voz en mi cabeza, uno voz que no tiene sonido, no timbre, ni siquiera volumen aunque grite… quiero recordar desde cuando la oigo, y si ya estaba ahí cuando yo era pequeña. Y cuando mi cuerpo haya crecido me preguntaré si esa es la esencia de la conciencia, si siempre he tenido esa voz, si siempre habré sabido que he estado ahí, siempre habré pensado y seré más responsable de todo lo que he hecho y he dejado pasar, porque siempre he sido grande escondiéndome en un cuerpo que cada vez me ha dejado ocultarme menos porque ha ido ensanchando, alargándose… no hay edad, sino edades.


La confusión presentida alimenta al animal, que parece más vital ahora cuando cruza la calle sin prestar atención a la niña, ahora que ya sólo queda de lo recibido una línea roja, la del dolor, esa ya no le interesa.

El día es gris, pero no de ese gris agradable en el que llueve y apetece ver cómo se cuelan las horas desde un cristal que te aísla del frío. No, es un día nuboso, que promete lo que no puede dar, lo que no puede ofrecer. No es un día agradable para ninguno de los dos, no hay nada a lo que aferrase.

El hombre joven con el que se acaba de cruzar le ha mirado directamente a los ojos, sin darse cuenta a tocado el pelo de su sempiterno acompañante y éste le ha absorbido parte de lo que hay ahí dentro; su miedo…


A no ser capaz de levantarse alguna mañana porque el cansancio sea mayor que el sentido de la obligación con el que se pelea y se engaña cada segundo de su vida, a no ser capaz de afeitarse, de vestirrse; y salir como un desarrapado al mundo hostil, de no ser capaz de hacer algo en la vida que sirva para que perdure algo de él y evitar así a un inocente hijo de puta el trago (y el traguito) de sentir la asfixia que te obliga a nacer, de no ser capaz de vivir, de no tener el valor de morir.



A un barquero



Las verdades del barquero tiran de la barca,
Giran sobre ella y rompen el ancla.
Imposible llegar a orilla porque las verdades nunca arriban;
En un lado son mazos, en la otra no llegan a semillas.
A veces la barca se hace grande, gran número de mentes la alimentan,
Otras se hace tan estrecha, que a duras penas una alberga.
Ni fú, ni fá, ni arriba ni abajo,
Sólo llevar y traer que no es poco trabajo;
Dejar en el que pasa a cambio de la esencia del ser,
¿la negrura de un alma? quizás la opacidad al ver.
Pero la barca se va cargando de un poso, como de té,
Que unidos a uno a uno aventuran el doler (ver, oler…).
Más allá de la nada, más acá del ser,
La continuidad discontínua, el hilo que se puede romper.
El aferrarse al pespunte zigzagueante saltando o arrastrándose,
Ver uno a uno a uno, una masa de infortunio;
La hiancia, el vacío, la fractura, la escisión…a veces integración.
Trabajo poco grato el del barquero, a veces sobre ciénagas
Otras en puro silencio…
Cuando no se quiere ver, se quieren cerrar los ojos.